Historia Original.
Concurso: Historias Macabras
Me gustaría decir que estaba yendo a casa por el trabajo, pero no es así. Trabajar en un almacén desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche era de por si agotador lo era más cuando tenías por compañeros de trabajo a jovencitas en sus veintes. Ese día había aceptado salir a beber con ellas, después de todos sus intentos fallidos lograron que accediera por primera y última vez.
Supe que algo andaba mal desde que nos adentramos a ese bar de mala muerte. Entre el bullicio de luces y música pude percibir esa horrible sensación de una mirada sobre mí. Al fondo se encontraba una mesa ocupada por ese sujeto de negro. Nunca le he visto la cara, pero sé que es el mismo sujeto de siempre. Lo olvidé en cuanto comencé a beber, ni siquiera había sido tanto como para embriagarme, pero ya no podía ver con claridad a ese sujeto.
El tiempo pasó y para cuando lo noté ya no estaba en el bar, ni con mis compañeras. Me encontraba la calle que estaba alumbrada únicamente por los faroles, no había ni un alma más que la mía de regreso a casa. Y ahí estaba otra vez ese sujeto siguiéndome a una distancia considerable. Siempre lo hace, cuando voy al trabajo y cuando estoy en casa. He llamado a la policía desde que lo veo, pero nunca hacen algo, me toman por loca y ya no se toman la molestia de contestar mis llamadas. “Esa mujer tiene tantos diablos como tiene pelo.” Eso fue lo que escuché antes de colgar el teléfono la última vez que llamé aterrada desde mi habitación.
Revolviendo sus manos en sus bolsillos y apresurando el paso para evitar ser alcanzada fue como comenzó una persecución. Bastó un solo toque al hombro para que le atacara sin pudor. Cada puñalada era por cada vez que se le acercó, cada vez que le hizo sentir miedo. Era tan apresurado y desquiciado que daba asco. Su respiración disminuía conforme pasaba el tiempo y su cuerpo se volvía cada vez más pesado, le dolía la posición en la que se encontraba y lo que sus ojos miraban hacía pensar que era un monstruo, uno que acababa de matar a otro.
Para cuando amaneció se informó por una llamada telefónica anónima que encontraron un cuerpo sin vida a media calle y a otra persona deambulando que se asume es el perpetrador. Mariah, quien fue la mujer que encontraron deambulando sin sentido, no parecía asustada pero que tampoco le importara la situación en la que se encontraba. De acuerdo con el interrogatorio rápido hecho por los oficiales la mujer parecía hablar para sí misma en voz baja repitiendo “Y así fue que desde que comencé a ver a ese sujeto mi vida fue consumiéndose poco a poco en un infierno, uno en el que yo me convertí en el propio diablo”. Fue lo único que dijo alzando la vista con la mirada sombría y una extraña sonrisa en los labios.
Esta es la historia de Mariah, una mujer consumida por personas inexistentes que acosaban su realidad hicieron de su vida un pequeño infierno que cobró la vida de una persona real.
Autora: Alessandra Guerra
Imagen recuperada de:
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