Por Camila Zambrano
“Si no me escribo soy una ausencia”
Las despedidas son terribles, sobre todo si sucede entre seres que se aman, por eso preferí llegar temprano al aeropuerto y me quedé en el parqueo a esperar. “Sepárate de la pintura que te vas a ensuciar”, escuché, pero mi reacción vino demasiado tarde. Cuando me alejé del muro, todo el costado derecho de mi cuerpo se coloreaba de color blanco. ¿Me habré separado de la pintura? Evidentemente algo de ella quedó en mí. Si partimos de la premisa de que todo, nosotros incluidos, está constituido por átomos con electrones que giran alrededor de un núcleo de protones, la separación no existe. La pintura, aún en el caso de que hubiera tenido la suerte de no marcar mi piel, fue olfateada. Esas moléculas llegaron a mis pulmones y los átomos que penetraron en mi torrente sanguíneo ya son parte de mí. Si fuese un pintor utilizaría máscaras con filtro para evitar que metales pesados como el plomo, presentes en la mayoría de las pinturas, me intoxicaran. El buen hombre con su buena intención, pudo evitarse sus palabras de alarma. Esa separación resultaba técnicamente imposible.
Me pregunto entonces, qué es una separación y si sería posible realizarla de manera completa. Podemos definir este término como el proceso mediante el cual se fija o incrementa una distancia, con el objetivo de aislar los componentes del conjunto o de una mezcla para obtenerlos puros, ¿existe acaso la pureza? Todos comenzamos a vivir y terminamos de hacerlo mediante la separación. Cuando nacemos salimos del vientre de nuestra madre y nos separamos completamente de ella. ¿Completamente? ¿Separados? Mamá sin duda alguna nos tratará la vida entera no solo como una parte de ella, sino que somos para siempre la mezcla genética de ella y nuestro padre. Ella vive en nosotros, incluso sin existir físicamente. ¿Y en la muerte hay separación? En este caso, aunque se separa el alma de la materia, no ocurre del todo porque algo de nosotros queda en los que dejamos detrás, aquí tampoco hay separación completa. Vayamos al inicio, antes de nacer el óvulo fecundado se separa una y otra vez para formar células madres idénticas a la original que se separarán nuevamente. En este caso el término no aplica, pues el correcto vocablo sería dividir, nunca separar. Esta misma lógica nos puede llevar a rechazar la acción de separar una palabra en sílabas, nunca separamos una palabra representada como imagen en nuestro cerebro, lo que realmente hacemos es dividirla en sílabas. La palabra en sí es inseparable, un conjunto de fonemas agrupados que solo encuentra un sentido al juntarlos. Separarlos sería antinatural o una estrategia para entretener a los estudiosos. Cada sonido lleva intrínseco una parte de la palabra. Por ejemplo, si yo dijera “cocodri” todos pensarán en el fonema “lo” que sigue, el que supuestamente habíamos aislado sin lograrlo. No lo mencionamos, pero sigue dentro de la palabra por muy oculto que se encuentre. Separar los vocablos en sílabas, o más bien dividirlos, resulta un truco para aprender a pronunciar mejor o para no dudar donde poner la pleca si nos sorprende el final de una línea del texto y no tenemos el espacio para escribir la palabra sin interrupción. Ya que hablamos de palabras y de textos, las palabras en una oración están claramente separadas por espacios. Pero bien, como mismo las sílabas solas son inútiles y solo juntas le ofrecen sentido a la palabra, las palabras aisladas se quedan solo en imágenes vacías y es el conjunto de palabras en el texto lo que le ofrece un sentido lógico a una frase. ¿Acaso no hay palabras que poseen disímiles significados y este depende del contexto? Las palabras fuera de una oración no son nada, apenas representaciones mentales que esperan por un sentido. La analogía puede crecer hasta donde podamos imaginar, y las oraciones forman párrafos, los párrafos capítulos y estos a su vez libros, series de libros, obras completas, géneros literarios, en fin, seguimos sin divisar a la verdadera separación. En una mezcla, sin embargo, podemos separar por ejemplo la sal del agua, o la arena contenida dentro de un líquido. Lástima que la ciencia nos afirma que también es imposible. Los elementos puros no existen en la naturaleza, todo está mezclado. La pureza química, al igual que la separación es un invento para definir los elementos con un nivel muy bajo de otras sustancias. Siempre quedará un porciento de humedad en la arena seca o algo de sal en el agua dulce.
Entonces si la separación no existe ¿quiere decir que, aunque me separe de él, me va a joder la vida entera? Muy malas noticias esas para mí, pero nunca mejor dichas. Esta separación es solo material, espiritualmente imposible. En todo lo que escribo están mis experiencias, mis recuerdos, mis sueños y mis orígenes, de los que no puedo ni quiero renegar. No me he separado, solo me he alejado físicamente. Somos para bien o para mal, seres imperfectos y de la misma manera que en la maldad siempre habrá algo de bondad o en la santidad algún defecto, nunca podremos separar el Yin del Yang, la impureza de la pureza, la luz de la oscuridad, lo masculino de lo femenino, el amor del odio o lo horrible de lo bello. Nada se separa, todo está junto, mezclado en la misma pasta querámoslo o no y tal vez en eso reside lo interesante de la vida. Los matices nos privan, ¿o separan? del aburrimiento. Aquí estoy ahora en el aeropuerto, incapaz de separarme del blanco de la mancha que cubre mi costado derecho. Me montaré pronto en un avión que se separará de un suelo ajeno y me llevará a otras tierras más ajenas aún, incapaces de hacerse mías a pesar de los años que nos juntan. El destino y la física me separarán del hombre que amo. No diría “para siempre” porque son palabras demasiado grandes, a fin de cuentas, toda la separación se puede volver nada en un segundo, una llamada o un mensaje la anularían. Las manos hasta ahora juntas se separan, el abrazo se deshace en temblores. Una daga filosa me separa el corazón en dos partes. Las lágrimas se separan de mis ojos, me abandonan. Mi aliento se separa de mi cuerpo y se va en un beso que ya no me pertenece, es de él, quien inmóvil observa cómo la distancia entre nosotros se incrementa más y más, hasta que nuestras visiones se difuminan entre paredes que se multiplican como obstáculos insalvables. Sin embargo, la separación no cambia su esencia y continúa como una gran mentira porque todo mi ser está lleno de él.
Commentaires